Libertad creativa, belleza, ludicidad que no deja de
lado la impronta de lo estructural y lo formal son
ingredientes principales de la poética del escultor
argentino Armando Ramaglia.
Su búsqueda de formas estéticas impactantes por su
belleza, por el perfeccionista tratamiento, montaje
y acabado de los materiales, por su delicada
indagación en las honduras del color, por la
invención de ordenados y sin embargo desafiantes
paisajes invita al espectador contemporáneo a
perderse en un juego dialéctico que da contención,
marco y escenario a las complejas emociones y
sentimientos humanos que se ponen en marcha ante las
obras, donde es posible perderse y dejarse llevar
para, siempre, reencontrarse enriquecido tras la
visita a los nuevos, originales y ordenados paisajes
y geografías que el artista sabe construir.
Flotan en la atmósfera del mundo artístico de
Ramaglia las palabras del inolvidable Arden Quin:
“En escultura, los elementos, o sea, los volúmenes y
los vacíos, se unen de modo diverso, se articulan
formando una rica y lúdica variedad de posiciones
plásticas. Todo ello, en la geometría y en lo no
figurativo. Presentes en su propia naturaleza, sin
resabios realistas. Son lúdicos, pues cualquiera
puede elegir a su guisa la posición y dar la forma
que desee. Y no hace falta expresar ni representar,
ni simbolizar. El objeto plástico debe ser puro. A
ello nos lleva la dialéctica del arte […] La
presencia ya es en sí un evento”. (“Manifiestos de
Arden Quin’’, en Arden Quin, Madrid, Fundación
Telefónica, 1997).
Si bien sus pasos lo llevaron a ser un artista MADÍ,
Armando Ramaglia inició su inmensa trayectoria como
escultor con la talla de obras figurativas en madera
y mármol, materiales a los que luego añadió la
exploración del vidrio, el metal y el neón, mientras
iba acercándose a la producción de obras geométricas
y abstractas que, en 2006, atrajeron la atención de
los artistas integrantes de uno de los movimientos
más activos y creativos nacidos en el Río de la
Plata, con expansión internacional, quienes
reconocieron en la obra de Ramaglia sus mismos
principios.
La mayoría de sus obras son claros exponentes MADÍ
en tanto, en ellas, no hay ni expresión ni
representación ni simbolismo, sino invención,
función. Con el metal, la madera, el vidrio y otros
materiales, Ramaglia inventa sus formas abstractas
que intervienen el espacio con orden y equilibrio
pero que, sin embargo, no dejan de lado la
vanguardista costumbre de jugar, de ensamblar
extraños y bellos diálogos, paisajes y danzas. En su
extensa y variada obra, que incluye la exploración
de diversos principios de construcción, sin embargo,
es posible ubicar el hilo de una indagación muy
personal que lo ha llevado a trasponer sutiles
fronteras.
Así, en su serie Relieves (2010), por ejemplo, los
polígonos y círculos cromáticos elaborados en metal
se superponen, se calan, se vinculan o separan
mediante vidrio. Llama la atención una forma que
será una de las grandes protagonistas en la
evolución del artista: secciones de círculos, pero
siempre dentro del juego geométrico, es decir, como
claras partes de un perfecto círculo mayor que es
posible reconstruir desde la ausencia.
Luego, en la serie Círculos (2012), un pequeño giro:
secciones de círculos de variado grosor de metal, de
color, se relacionan con líneas en negro que los
cortan, apoyan, atraviesan, orientándose hacia el
íntimo y original diálogo que puede sostener la
circularidad con la linealidad. Se trata de obras
100% madianas que, como grafías de una lengua
original, inscriben nuevos sentidos puramente
formales.
Un poco más adelante en el tiempo se impone señalar
un leve giro en su propuesta: en una de sus últimas
series, Modulares (2015), Ramaglia da un paso más
allá y opera una transformación. En efecto, en sus
monocromas esculturas de chapa, de gran volumen, el
escultor continúa su indagación sobre la
circularidad pero, ahora, ya no con secciones de
círculos sino con curvas sumadas a polígonos, lo que
da por resultado un módulo básico que dialoga, se
apoya sobre otro idéntico, similar o complementario.
Las formas, ahora, tienen una impronta madiana, pero
la operación realizada por Ramaglia recuerda la de
Arden Quin cuando declara la guerra a la
ortogonalidad y pone en relevancia la poligonalidad:
Ramaglia libera al círculo para explorar la
curvidad, lo que le permite inventar nuevas formas,
firmes y armoniosas uniones de curvas y polígonos
que, casi imperceptiblemente, desafían la geometría.
Abierto un nuevo juego formal, el artista Armando
Ramaglia seguirá haciendo lo que mejor sabe:
sorprender, en épocas de desconciertos, con obras
que ponen en evidencia el insoslayable valor de ser,
con la contundencia de lo que irrumpe y ocupa el
espacio por y con derecho propio, otorgado por su
libre, bello, atrevido artístico hacer.
CLAUDIA HARTFIEL
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