CRÍTICAS

La obra de Armando Ramaglia


por Claudia Hartfiel

hartext@gmail.com



Libertad creativa, belleza, ludicidad que no deja de lado la impronta de lo estructural y lo formal son ingredientes principales de la poética del escultor argentino Armando Ramaglia.

Su búsqueda de formas estéticas impactantes por su belleza, por el perfeccionista tratamiento, montaje y acabado de los materiales, por su delicada indagación en las honduras del color, por la invención de ordenados y sin embargo desafiantes paisajes invita al espectador contemporáneo a perderse en un juego dialéctico que da contención, marco y escenario a las complejas emociones y sentimientos humanos que se ponen en marcha ante las obras, donde es posible perderse y dejarse llevar para, siempre, reencontrarse enriquecido tras la visita a los nuevos, originales y ordenados paisajes y geografías que el artista sabe construir.

Flotan en la atmósfera del mundo artístico de Ramaglia las palabras del inolvidable Arden Quin: “En escultura, los elementos, o sea, los volúmenes y los vacíos, se unen de modo diverso, se articulan formando una rica y lúdica variedad de posiciones plásticas. Todo ello, en la geometría y en lo no figurativo. Presentes en su propia naturaleza, sin resabios realistas. Son lúdicos, pues cualquiera puede elegir a su guisa la posición y dar la forma que desee. Y no hace falta expresar ni representar, ni simbolizar. El objeto plástico debe ser puro. A ello nos lleva la dialéctica del arte […] La presencia ya es en sí un evento”. (“Manifiestos de Arden Quin’’, en Arden Quin, Madrid, Fundación Telefónica, 1997).

Si bien sus pasos lo llevaron a ser un artista MADÍ, Armando Ramaglia inició su inmensa trayectoria como escultor con la talla de obras figurativas en madera y mármol, materiales a los que luego añadió la exploración del vidrio, el metal y el neón, mientras iba acercándose a la producción de obras geométricas y abstractas que, en 2006, atrajeron la atención de los artistas integrantes de uno de los movimientos más activos y creativos nacidos en el Río de la Plata, con expansión internacional, quienes reconocieron en la obra de Ramaglia sus mismos principios.

La mayoría de sus obras son claros exponentes MADÍ en tanto, en ellas, no hay ni expresión ni representación ni simbolismo, sino invención, función. Con el metal, la madera, el vidrio y otros materiales, Ramaglia inventa sus formas abstractas que intervienen el espacio con orden y equilibrio pero que, sin embargo, no dejan de lado la vanguardista costumbre de jugar, de ensamblar extraños y bellos diálogos, paisajes y danzas. En su extensa y variada obra, que incluye la exploración de diversos principios de construcción, sin embargo, es posible ubicar el hilo de una indagación muy personal que lo ha llevado a trasponer sutiles fronteras.

Así, en su serie Relieves (2010), por ejemplo, los polígonos y círculos cromáticos elaborados en metal se superponen, se calan, se vinculan o separan mediante vidrio. Llama la atención una forma que será una de las grandes protagonistas en la evolución del artista: secciones de círculos, pero siempre dentro del juego geométrico, es decir, como claras partes de un perfecto círculo mayor que es posible reconstruir desde la ausencia.

 



Luego, en la serie Círculos (2012), un pequeño giro: secciones de círculos de variado grosor de metal, de color, se relacionan con líneas en negro que los cortan, apoyan, atraviesan, orientándose hacia el íntimo y original diálogo que puede sostener la circularidad con la linealidad. Se trata de obras 100% madianas que, como grafías de una lengua original, inscriben nuevos sentidos puramente formales.
 

Un poco más adelante en el tiempo se impone señalar un leve giro en su propuesta: en una de sus últimas series, Modulares (2015), Ramaglia da un paso más allá y opera una transformación. En efecto, en sus monocromas esculturas de chapa, de gran volumen, el escultor continúa su indagación sobre la circularidad pero, ahora, ya no con secciones de círculos sino con curvas sumadas a polígonos, lo que da por resultado un módulo básico que dialoga, se apoya sobre otro idéntico, similar o complementario. Las formas, ahora, tienen una impronta madiana, pero la operación realizada por Ramaglia recuerda la de Arden Quin cuando declara la guerra a la ortogonalidad y pone en relevancia la poligonalidad: Ramaglia libera al círculo para explorar la curvidad, lo que le permite inventar nuevas formas, firmes y armoniosas uniones de curvas y polígonos que, casi imperceptiblemente, desafían la geometría.

 


Abierto un nuevo juego formal, el artista Armando Ramaglia seguirá haciendo lo que mejor sabe: sorprender, en épocas de desconciertos, con obras que ponen en evidencia el insoslayable valor de ser, con la contundencia de lo que irrumpe y ocupa el espacio por y con derecho propio, otorgado por su libre, bello, atrevido artístico hacer.


CLAUDIA HARTFIEL
hartext@gmail.com

 

 

 

 

 

 

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